martes, 26 de enero de 2010

Cateo, porque quiero

Se aproximan amenazantes las notas de nuevo. Su sombra se extiende por nuestros pasillos, tornando cada feliz expresión en poco más que un desvarío. Por si el mundo ya nos fuese a tratar con poco afecto y frialdad, todo nuestro supuesto esfuerzo y presunto trabajo van a quedar reflejados en un número, impasible, oscuro y frío a nuestras jóvenes yemas. ¿ Pero qué opción tenemos? Ante un sistema tan arraigado y falto de sentido solo nos queda la compostura, olvidar que hay hechos no cuantificables, y seguir nuestro camino hacia la esclavitud de un oficio haciendo caso omiso a la necesidad de afecto, y caminando como el burro que persigue a su zanahoria.
¡ No! ¡ NO! Jamás, jamás contribuiré a un absurdo, jamás daré la razón a algo o alguien que no la tiene, y por tanto jamás caeré en el ruin paso y sutil elevación que supone ser un buen estudiante, aunque es aquí donde los términos, como siempre, nos juegan una mala pasada.
Un buen estudiante es, para la inmensa mayoría, alguien que se aplica tarde tras tarde en su hogar, aquel que dedica su tiempo a memorizar conceptos de una asignatura, que estudia por recolectar la cifra más alta que pueda alcanzar, con el fin de sobresalir numéricamente con respecto al resto de jóvenes, que con él, se pelearán por una plaza en una futura facultad. ¿ Qué tiene eso de bueno? A mi parecer nada, no hay nada de meritorio en buscar pura utilidad a los conocimientos, en que prime el fin frente al verdadero factor de importancia, el saber.
Mi actitud vital nunca me permitirá unirme a ese colectivo, nunca querré aprender tantas cosas ya que no tendré tiempo para pensar sobre ninguna. Por supuesto no abogo por la falta de atención en las aulas, ni mucho menos la desviación de nuestra consciencia a planos alejados del tema que el profesor trata, pero el mero hecho de estudiar para aprobar un examen, siempre me resultará alejado de toda ética.
Es el más inteligente de una clase, el que, siendo consciente de la falta de lógica que tienen los criterios actuales de evaluación, elija el camino de prescindir de este yugo y aun siendo mil veces superior mentalmente al resto de sus compañeros, obsequie a sus padres con peores resultados que los de los zopencos que le acompañan, demostrando que este sistema, supuestamente clasificador de nivel, no tiene sentido alguno. Parece que con esto estoy defendiendo a una serie de jóvenes cuyas únicas aficiones son el alcoholizarse, desculturizarse y magrearse con el sexo opuesto, o el propio, pero toda esa ingente masa adolescente en estado puro merece ser cedida a la dureza de la mina, es esa despreciable gentuza la que dificulta la contemplación del verdadero estudiante digno de admirar, que tras sus suspensos guarda mayor estudio y reflexión que todos ellos juntos.
El personaje que hoy defiendo es atento y correcto, muestra buena disposición ante lo que los docentes le explican y plantean, pero es él el que a través de la responsabilidad, propia de un humano de 18 años, extrae de cada persona lo que más le interesa, de cada asignatura lo que en él despierta un mayor inquietud, y es él mismo el que con una nueva puerta abierta, desencadena una búsqueda para cubrir sus necesidades personales de conocimiento. Resulta improbable, que en la sociedad de la comunicación masiva en la que nos movemos, alguien ,con sangre en las venas, no encuentre algo que supere con creces la inquietud suscitada por lo que se le ha planteado en clase, pero no porque estos contenidos resulten faltos de interés, sino porque el propio alumno, como cualquier persona con sed de conocimiento, se verá movido por otras atracciones que estén en ese momento presentes en su corazón, y aun considerando la calidad literaria de " El sí de las niñas" tendrá que hacer un brutal esfuerzo por abandonar por un segundo " La conquista de la felicidad" con la que el señor Russell le cautiva en estas semanas.
Este joven es el estandarte de lo defendido por la docencia, un verdadero icono del " Sapere Aude" que escapa de lo directamente establecido y útil, y antepone su satisfacción personal a unos conocimientos, que aún tenidos en cuenta, difícilmente pueden entrar en su horario, colmado de creación, reflexión y lectura, especialmente comprometida en estos años de juventud en los que el temprano artista intenta encontrar su verdadero camino.
Resulta inviable compaginar ambas facetas, ya que el efebo modélico encontrará dificultades para que todos sus propias vocaciones se vean cubiertas, por lo que el simple estudio memorístico pasará a un segundo plano de interés al que sólo se recurrirá en un último momento de agonía por intentar salir del paso, pero todo el mundo sabe que en el autobús no se estudia muy bien.

domingo, 17 de enero de 2010

Todos los bebés son feos

En primer lugar, antes de dar comienzo con mi tesis, debo pedir disculpas a la ingente cantidad de personas a las que he mantenido sin un texto nuevo desde hace más de un mes. Las vacaciones y los exámenes no han sido un momento propicio para el escrito de carácter público, aunque si les sirve de consuelo, si han sido unas jornadas útiles para la reflexión personal.
Después de unas fechas tan humanas y alejadas de lo material como son las Navidades, me he visto envuelto por el contexto de profundidad, y he elevado mi nivel de pensamiento a problemas menos fugaces de los que acostumbro. El tema que ahora nos concierne, no liberaría al mundo de abuelas, ni tan siquiera, de los malos profesores, probablemente si mi voluntad fuese considerada, acabaríamos con el yugo más duro para la tierra, no se hagan los tontos, hablo de la humanidad.
Por encima de agredirnos mutuamente sin razón y comer como cerdos, existe un rasgo que nos hunde sin escapatoria, que nos aferra a nuestra condición animal e ilógica desde el albor de los tiempos: Tener hijos.
Tener descendencia es el más repugnante de los hechos aceptados por nuestra sociedad, es innegable que somos animales, lo sé, pero en el resto de facetas intentamos alejarnos de este carácter en el mayor grado de lo posible, mientras que en cuestión de pequeñines nos mantenemos en las mismas. La vida posee un sentido biológico y natural, y no es más que que nosotros continuemos con la vida, así es, hemos nacido para hacer nacer, como todos los animales nuestra función es dar el relevo para que otros lo den por nosotros, pero este claro absurdo no es lo que hoy nos concierne.
El verdadero problema es que no somos consecuentes, no es comprensible que siendo teóricamente tan evolucionados y conscientes sigamos atrapados en el mismo rol que sólo genera destrucción y agonía por otra generación más. Ahora es cuando muchos pensarán " Já menuda tontería, con lo bonito que es tener un niño", tristemente esas personas siguen condicionadas por sus impulsos mentales y naturales, es repugnante, y aún más en los tiempos que corren, en que a través de unos viscosos fluidos se genere en tu interior un pequeño parásito, que irá creciendo y que te seguirá chupando la venas hasta que le salga barba, y hasta que se le caiga el pelo si me apuran. Obviamente a muchos no les importará, será hermoso ver como el fruto de su semilla, sigue su camino, el como le damos la mano y le ayudamos a levantarse, pero tienen que saber que este acto es simplemente despreciable y criticable en todas sus facetas:
Demos pié a la primera, tener un hijo es una clara muestra de egoísmo, del egoísmo humano más puro, de primeras, el ciudadano irreflexivo medio pensará lo contrario, lo verá como un acto de bondad, de generosidad, pero analicémoslo, todo el mundo tiene retoños por su propia voluntad y gusto, no por dar nada a nadie, es equiparable a comprarse un perro o un coche, a la gente le apetece tener hijos buscando amor, cariño, un pequeño clon, vender sus órganos... y los tiene sin más. ¡ Oh! que bondadosos, compartir sus bienes con un ser que surge de ti y tu pareja, buscar para él lo mejor y dárselo, ¿ Pero acaso tendría la voluntad de pagarle el mejor colegio si no existiese? obviamente no, cualquier persona sería igual de buena si no tuviese hijos, por que es su existencia la que condiciona que gastes tu tiempo y dinero en ellos, cuando al simplemente no tenerlos te ahorras eso, y el sufrimiento que a ellos cualquier elemento de la vida les pueda propiciar. No eres nadie para quitarle la vida a una persona ni eres nadie para dársela, sólo que una de las dos, en los tiempos que corren, está más penalizada, aunque ambas condicionen de igual manera una existencia humana.
Sin miedo a equivocarme, diría que ha forzado a una persona a nacer en su ciudad, en su familia y en su siglo, y por lo que le ha forzado, antes o después, estará obligado a pensar que el vivir merece la pena. Es aquí cuando podría pensar " Menuda lástima si mis padres no me hubiesen tenido", sus padres no son más que otros seres arrastrados por las hormonas y su fin animal, y si no hubiese nacido, nadie hubiese pensado sobre la tristeza de no tenerle porque directamente no existiría, y yo personalmente no echo de menos a los posibles 12 hermanos que podría haber tenido. Todo potencial humano, y de cualquier clase, queda en nada al no existir, aún no he conocido a nadie que se haya apenado al disolverse un conjunto musical que aún no existe.
Ni siquiera estamos planteando el impacto biológico que un nuevo homo sapiens supone en el mundo desarrollado, lo que para personas que se consideran comprometidas con el medio ambiente tendría que suponer un factor determinante. Sus pañales, sus comidas, sus duchas, sus coches y posteriormente sus propios hijos harán mayor y mayor el potencial contaminante y destructor de manera exponencial, que se prolongará año tras año, hasta que un bendito meteorito decida aguar la fiesta.
Creo que ya es momento de acabar con este sin sentido. Yo, como mucha gente, justifico mi existencia en el disfrute de los grandes y pequeños placeres, que la vida pueda brindarme, pero me resultaría un acto fuera de lugar y falto de moral, el aferrar a otro ser a este mundo sólo por hacerme sentir más completo y dar un paso más en mi dinámica de pareja. No le voy a negar a nadie el disfrutar de un buen chuletón, una placentera siesta en una hamaca, o una noche de sexo desenfrenado, pero lo que siempre trataré de evitar es, que cumpliendo con lo que la naturaleza ha establecido, tropiece con la misma piedra que sus padres, y caiga como otros miles de millones en su objetivo animal. No se preocupen, si siguen con ese ferviente espíritu maternal, he de decir que ahora venden unos Furbys muy realistas, y lo mejor, es que se le pueden quitar las pilas.