domingo, 17 de enero de 2010

Todos los bebés son feos

En primer lugar, antes de dar comienzo con mi tesis, debo pedir disculpas a la ingente cantidad de personas a las que he mantenido sin un texto nuevo desde hace más de un mes. Las vacaciones y los exámenes no han sido un momento propicio para el escrito de carácter público, aunque si les sirve de consuelo, si han sido unas jornadas útiles para la reflexión personal.
Después de unas fechas tan humanas y alejadas de lo material como son las Navidades, me he visto envuelto por el contexto de profundidad, y he elevado mi nivel de pensamiento a problemas menos fugaces de los que acostumbro. El tema que ahora nos concierne, no liberaría al mundo de abuelas, ni tan siquiera, de los malos profesores, probablemente si mi voluntad fuese considerada, acabaríamos con el yugo más duro para la tierra, no se hagan los tontos, hablo de la humanidad.
Por encima de agredirnos mutuamente sin razón y comer como cerdos, existe un rasgo que nos hunde sin escapatoria, que nos aferra a nuestra condición animal e ilógica desde el albor de los tiempos: Tener hijos.
Tener descendencia es el más repugnante de los hechos aceptados por nuestra sociedad, es innegable que somos animales, lo sé, pero en el resto de facetas intentamos alejarnos de este carácter en el mayor grado de lo posible, mientras que en cuestión de pequeñines nos mantenemos en las mismas. La vida posee un sentido biológico y natural, y no es más que que nosotros continuemos con la vida, así es, hemos nacido para hacer nacer, como todos los animales nuestra función es dar el relevo para que otros lo den por nosotros, pero este claro absurdo no es lo que hoy nos concierne.
El verdadero problema es que no somos consecuentes, no es comprensible que siendo teóricamente tan evolucionados y conscientes sigamos atrapados en el mismo rol que sólo genera destrucción y agonía por otra generación más. Ahora es cuando muchos pensarán " Já menuda tontería, con lo bonito que es tener un niño", tristemente esas personas siguen condicionadas por sus impulsos mentales y naturales, es repugnante, y aún más en los tiempos que corren, en que a través de unos viscosos fluidos se genere en tu interior un pequeño parásito, que irá creciendo y que te seguirá chupando la venas hasta que le salga barba, y hasta que se le caiga el pelo si me apuran. Obviamente a muchos no les importará, será hermoso ver como el fruto de su semilla, sigue su camino, el como le damos la mano y le ayudamos a levantarse, pero tienen que saber que este acto es simplemente despreciable y criticable en todas sus facetas:
Demos pié a la primera, tener un hijo es una clara muestra de egoísmo, del egoísmo humano más puro, de primeras, el ciudadano irreflexivo medio pensará lo contrario, lo verá como un acto de bondad, de generosidad, pero analicémoslo, todo el mundo tiene retoños por su propia voluntad y gusto, no por dar nada a nadie, es equiparable a comprarse un perro o un coche, a la gente le apetece tener hijos buscando amor, cariño, un pequeño clon, vender sus órganos... y los tiene sin más. ¡ Oh! que bondadosos, compartir sus bienes con un ser que surge de ti y tu pareja, buscar para él lo mejor y dárselo, ¿ Pero acaso tendría la voluntad de pagarle el mejor colegio si no existiese? obviamente no, cualquier persona sería igual de buena si no tuviese hijos, por que es su existencia la que condiciona que gastes tu tiempo y dinero en ellos, cuando al simplemente no tenerlos te ahorras eso, y el sufrimiento que a ellos cualquier elemento de la vida les pueda propiciar. No eres nadie para quitarle la vida a una persona ni eres nadie para dársela, sólo que una de las dos, en los tiempos que corren, está más penalizada, aunque ambas condicionen de igual manera una existencia humana.
Sin miedo a equivocarme, diría que ha forzado a una persona a nacer en su ciudad, en su familia y en su siglo, y por lo que le ha forzado, antes o después, estará obligado a pensar que el vivir merece la pena. Es aquí cuando podría pensar " Menuda lástima si mis padres no me hubiesen tenido", sus padres no son más que otros seres arrastrados por las hormonas y su fin animal, y si no hubiese nacido, nadie hubiese pensado sobre la tristeza de no tenerle porque directamente no existiría, y yo personalmente no echo de menos a los posibles 12 hermanos que podría haber tenido. Todo potencial humano, y de cualquier clase, queda en nada al no existir, aún no he conocido a nadie que se haya apenado al disolverse un conjunto musical que aún no existe.
Ni siquiera estamos planteando el impacto biológico que un nuevo homo sapiens supone en el mundo desarrollado, lo que para personas que se consideran comprometidas con el medio ambiente tendría que suponer un factor determinante. Sus pañales, sus comidas, sus duchas, sus coches y posteriormente sus propios hijos harán mayor y mayor el potencial contaminante y destructor de manera exponencial, que se prolongará año tras año, hasta que un bendito meteorito decida aguar la fiesta.
Creo que ya es momento de acabar con este sin sentido. Yo, como mucha gente, justifico mi existencia en el disfrute de los grandes y pequeños placeres, que la vida pueda brindarme, pero me resultaría un acto fuera de lugar y falto de moral, el aferrar a otro ser a este mundo sólo por hacerme sentir más completo y dar un paso más en mi dinámica de pareja. No le voy a negar a nadie el disfrutar de un buen chuletón, una placentera siesta en una hamaca, o una noche de sexo desenfrenado, pero lo que siempre trataré de evitar es, que cumpliendo con lo que la naturaleza ha establecido, tropiece con la misma piedra que sus padres, y caiga como otros miles de millones en su objetivo animal. No se preocupen, si siguen con ese ferviente espíritu maternal, he de decir que ahora venden unos Furbys muy realistas, y lo mejor, es que se le pueden quitar las pilas.

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